Trouble every day (sangre canibal)
Por Paco Latorre
Fue Sófocles, si no me equivoco, quién interpelado por algún efebo griego al que seguro le ponía el culo fino afirmó que haber llegado a la vejez le hacía sentir libre pues había conseguido liberarse del amor, que según él le perseguía “como un animal furioso y fiero”. Cualquiera que haya leído y soportado mis infumables reseñas habrá notado una tendencia hacia la pataleta romántica, en el sentido más mundano del término, sin duda causada por una especie de síndrome de Peter Pan que me convierte en un bobalicón con la cabeza en las nubes para el que las películas que ha visto, los discos que ha escuchado y los libros que ha leído le sirven de guía para una vida en la que parece condenado a la hostia continua por resistirse a aceptar que, por cojones, hay una cosa llamada ficción y otra realidad. La referencia a Sófocles es la mejor manera de introducir lo que “Trouble every day” significa y como es una pesadilla de la que todo romántico se alimenta. Si el cine ha hecho del amor y la muerte los temas centrales de su poco más de siglo de vida es porque como vómito vital de nosotros se convierte en terreno para soñar la ficción de nuestra realidad, quizás en un empeño basado en paliar, aunque sea a fuerza de mentira, aquello que en nuestra realidad real (y no puedo evitar reírme un poco al escribir esto) ya es irremediable, sea porque no pudo ser o porque nunca ha existido. Una persona cualquiera (y no miro a nadie) puede sentir la tragedia romántica de, por ejemplo, Wong Kar Wai como si fuese la suya propia, sin pararse a preguntar lo sincero de tal creación, sólo porque en algún momento se ha visto allí reconocido y porque esa ficción, en caso de ser efectivamente ficción, es su ficción. He mencionado a Wong Kar Wai por ser, quizás muy a su pesar, la punta del iceberg de lo que el romanticismo cinematográfico significa hoy en día, y pese al injusto encumbramiento que tal autor ha sufrido por parte de la crítica cinematográfica más anquilosada y de la correspondiente e infame fauna de gafas de pasta filmotequeros, me parece adecuado mentarlo como hermano bueno del aquí hermano malo, que es “Trouble Every Day”. Si lo que en el hongkonés es poesía corporal y susurro angustiosos sobre el anhelo, en la película de Claire Denis es grito histérico a pleno pulmón sin dejar de lado esa poética de miradas, roces y encuentros furtivos. Porque no nos engañemos: tanto hablan de cómo el deseo y el amor se matan el uno al otro en “2046” como en “Trouble Every Day”. La película de Claire Denis es sincera desde el mismo punto de vista temático: eros y thanatos son nuestras vidas, y todo lo que hay en medio de ellos está muy cerca situado. Ciertamente el argumento de la película es digno de una caspa de la Full Moon (desde aquí mis gracias a los hermanos Band: sigan haciendo pelis, por favor) si lo tomamos al pie de la letra y no negaré que en momentos resulta efectista y maniqueísta. No considero que sea para nada malo. Al fin y al cabo, una película que habla sobre el amor ha de tener su punto importante de estética, y su efectismo entronca con la intención misma de ese argumento que se me presenta como excusa muy bien camuflada, porque lo que se quiere contar esta muy claro, y a nivel literal: el deseo nos devora, y por él nos comemos vivos los unos a otros. Como ese animal furioso y fiero. Es el anhelo lo que convierte el amor en deseo, y es su desproporcionada fuerza la que luego nos hiere pidiendo más al no complacernos nunca. Tanto Beatrice Dalle como Vincent Gallo buscan algo en ese deseo que confunde con amor y viceversa, sin que su hambre cese nunca. La decepción nos hace seguir insistiendo porque debe de haber algo más, tenemos que llegar a sentir algo especial. Si “Trouble Every Day” es tan violenta y sangrienta es porque es la metáfora en estado bruto, es la personificación de el dolor físico que el amor produce. Ya no sólo sufre alguien a quien le rompen el corazón, sino también aquel que lo rompe. Igual me estoy equivocando y estoy soltando mi discursito sobre una película hecha con quién sabe que finalidad por cuatro culturetas gilipollas y que no tiene nada que ver con lo que yo digo. ¿Confundiendo realidad y ficción?, es que no escarmiento. Puede ser, pero yo lo veo así, y ahora mismo no sé si he escrito sobre “Trouble Every Day” o sobre mi mismo, pero me da igual, porque la mirada final de Vincent Gallo tras toda esa sangrienta búsqueda que no sacia , me sigue pareciendo que dice lo mismo: no hay consuelo. Estamos solos. Para siempre.
Por Paco Latorre
Fue Sófocles, si no me equivoco, quién interpelado por algún efebo griego al que seguro le ponía el culo fino afirmó que haber llegado a la vejez le hacía sentir libre pues había conseguido liberarse del amor, que según él le perseguía “como un animal furioso y fiero”. Cualquiera que haya leído y soportado mis infumables reseñas habrá notado una tendencia hacia la pataleta romántica, en el sentido más mundano del término, sin duda causada por una especie de síndrome de Peter Pan que me convierte en un bobalicón con la cabeza en las nubes para el que las películas que ha visto, los discos que ha escuchado y los libros que ha leído le sirven de guía para una vida en la que parece condenado a la hostia continua por resistirse a aceptar que, por cojones, hay una cosa llamada ficción y otra realidad. La referencia a Sófocles es la mejor manera de introducir lo que “Trouble every day” significa y como es una pesadilla de la que todo romántico se alimenta. Si el cine ha hecho del amor y la muerte los temas centrales de su poco más de siglo de vida es porque como vómito vital de nosotros se convierte en terreno para soñar la ficción de nuestra realidad, quizás en un empeño basado en paliar, aunque sea a fuerza de mentira, aquello que en nuestra realidad real (y no puedo evitar reírme un poco al escribir esto) ya es irremediable, sea porque no pudo ser o porque nunca ha existido. Una persona cualquiera (y no miro a nadie) puede sentir la tragedia romántica de, por ejemplo, Wong Kar Wai como si fuese la suya propia, sin pararse a preguntar lo sincero de tal creación, sólo porque en algún momento se ha visto allí reconocido y porque esa ficción, en caso de ser efectivamente ficción, es su ficción. He mencionado a Wong Kar Wai por ser, quizás muy a su pesar, la punta del iceberg de lo que el romanticismo cinematográfico significa hoy en día, y pese al injusto encumbramiento que tal autor ha sufrido por parte de la crítica cinematográfica más anquilosada y de la correspondiente e infame fauna de gafas de pasta filmotequeros, me parece adecuado mentarlo como hermano bueno del aquí hermano malo, que es “Trouble Every Day”. Si lo que en el hongkonés es poesía corporal y susurro angustiosos sobre el anhelo, en la película de Claire Denis es grito histérico a pleno pulmón sin dejar de lado esa poética de miradas, roces y encuentros furtivos. Porque no nos engañemos: tanto hablan de cómo el deseo y el amor se matan el uno al otro en “2046” como en “Trouble Every Day”. La película de Claire Denis es sincera desde el mismo punto de vista temático: eros y thanatos son nuestras vidas, y todo lo que hay en medio de ellos está muy cerca situado. Ciertamente el argumento de la película es digno de una caspa de la Full Moon (desde aquí mis gracias a los hermanos Band: sigan haciendo pelis, por favor) si lo tomamos al pie de la letra y no negaré que en momentos resulta efectista y maniqueísta. No considero que sea para nada malo. Al fin y al cabo, una película que habla sobre el amor ha de tener su punto importante de estética, y su efectismo entronca con la intención misma de ese argumento que se me presenta como excusa muy bien camuflada, porque lo que se quiere contar esta muy claro, y a nivel literal: el deseo nos devora, y por él nos comemos vivos los unos a otros. Como ese animal furioso y fiero. Es el anhelo lo que convierte el amor en deseo, y es su desproporcionada fuerza la que luego nos hiere pidiendo más al no complacernos nunca. Tanto Beatrice Dalle como Vincent Gallo buscan algo en ese deseo que confunde con amor y viceversa, sin que su hambre cese nunca. La decepción nos hace seguir insistiendo porque debe de haber algo más, tenemos que llegar a sentir algo especial. Si “Trouble Every Day” es tan violenta y sangrienta es porque es la metáfora en estado bruto, es la personificación de el dolor físico que el amor produce. Ya no sólo sufre alguien a quien le rompen el corazón, sino también aquel que lo rompe. Igual me estoy equivocando y estoy soltando mi discursito sobre una película hecha con quién sabe que finalidad por cuatro culturetas gilipollas y que no tiene nada que ver con lo que yo digo. ¿Confundiendo realidad y ficción?, es que no escarmiento. Puede ser, pero yo lo veo así, y ahora mismo no sé si he escrito sobre “Trouble Every Day” o sobre mi mismo, pero me da igual, porque la mirada final de Vincent Gallo tras toda esa sangrienta búsqueda que no sacia , me sigue pareciendo que dice lo mismo: no hay consuelo. Estamos solos. Para siempre.
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