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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Soldados de Dios



The Prophecy (1995), aunque sea con su terrible título español, Ángeles y demonios. Y aquel que no la conozca, debería. No solamente por ser uno de los más rescatables ejemplos de explotación de mitología cristiana que proliferaron al final del milenio pasado, sino también porque fue precisamente esta película la que dio un nuevo aire a la carrera de Christopher Walken, aumentando aún más (si cabe) su popularidad al encarnar a la versión más desenfadada de un serafín que viene a la Tierra buscando pelea.
Argumentalmente hablando The Prophecy es cristianismo pop: al parecer, el Arcángel Gabriel (un Christopher Walken que parece salido de los Rolling Stones) se ha rebelado contra Dios y ha inciado una segunda guerra en el Cielo, que piensa ganar bajando a la Tierra para apoderarse del alma más maligna de todos los tiempos. Por desgracia se le adelanta uno de los ángeles fieles (Eric Stolz), que roba dicha alma y la esconde en el sitio menos esperado. No cuento más porque, en realidad, dicha historia es lo de menos: en numerosas ocasiones se descalabra por completo, y su rigurosidad hacia los elementos icónicos de la religión no resistiría el análisis más superficial. Y sin embargo, dentro de su aparente frivolidad, la película esconde un empleo bastante eficiente del atractivo estético de los ángeles y sus contrapartes infernales, por supuesto teniendo en cuento menos a Win Wenders y más a Alan Moore. Además, gran parte del disfrute de la cinta se va en la contemplación de Christopher Walken, cuya primera y silente aparición ciertamente no presagia la ruptura que representa para una película que, a juzgar por sus primeras imágenes, se presentaba mucho más oscura y tenebrosa. El Gabriel que nos depara su intérprete irrumpe con un tono irreverente de estrella de rock que no pierde oportunidad de lanzar comentarios despreciativos e incluso se recrea en largas secuencias de humor en las que simplemente "juega" con los humanos a los que considera inferiores (esto se aprecia no sólo en sus no-todavía-muertos ayudantes sino también en una escena en la que se le ve rodeado de niños).
El elenco más allá de Walken es principalmente decorativo. Elias Koteas (el Robert de Niro de los pobres) y Virginia Madsen son en teoría los protagonistas, pero la verdad es que no pintan nada y perfectamente podrían haber estado ausentes sin que la coherencia de la trama se resintiese demasiado. Eric Stolz (creíble al menos en su papel de ángel "bueno") es robado así de un puesto de héroe que por lógica le hubiese correspondido, ya que aparte de los momentos de humor destinados a los nada voluntariosos ayudantes de Gabriel (elemento normalmente usado en historias vampíricas) la verdad es que los personajes humanos no resultan muy atractivos. El único actor que llega a hacerle sombra a nuestro villano es, de hecho, un magnífico Viggo Mortensen que acapara la pantalla en un pequeño pero contudente papel al final de la película. Esto, una vez más, nos confirma que durante años tuvimos ante nosotros a un gran actor y nadie se dio cuenta.
Definitivamente la película no es perfecta. Sin embargo, dentro de su liga de bastardizaciones cristianas, The Prophecy tiene aquello que le faltó a Constantine (2005): un personaje con el carisma suficiente para sostener la película por sí solo.

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